Todo el que me conoce sabe que si por mi fuera tendría el embarazo de un elefante, no para que mi hijo volara como Dumbo, sino porque sus embarazos duran 24 meses. Y es que es el estado que más me gusta de una mujer.
Me encanta una barriga, todas son bonitas, a nadie le sientan mal y toooodo lo que te pongas te queda bien, sin necesidad de andar escondiendo michelines, apretándo barriga, disimulando lorzas que salen por un lado cuando aprietas por el otro y un largo etc que creo, que desgraciadamente, todas conocemos.
Así que cuando me quedé embarazada por segunda vez, sumado a ese cúmulo de extrañas sensaciones y sentimientos encontrados que pasan por tu cabeza porque tu niño ya no va a poder tenerte 24 horas para él, estaba eufórica porque otra vez tendría mi ansiada barriguita. Y aunque he de decir que este segundo retoño no llegó cuando esperábamos, lo cual al principio nos dejó un poco en estado de shock, me gustaba la idea de que esta vez la barriga gorda la tendría en verano y podría lucirla orgullosa.
Pues bien, aquí estoy en mi semana 28 haciéndome la curva y escribiendo este post en el que creo que es y será mi única hora libre en muuucho tiempo. Todas hemos escuchado aquello de que los segundos embarazos no son como los primeros, y yo doy fe de ello. No solo la barriga te crece a una velocidad alucinante y conoces todos los síntomas que vas teniendo, sino que el hecho de tener a una personita pegada a ti que no entiende de dolores, cansancios o estados de ánimo, te agota hasta límites insospechables.
Por supuesto estoy disfrutando de mi embarazo, tanto o más que del primero , pero todo todo es distinto, aparte de que llevo una rachita en que todo los achaques que puede tener una embarazada me están tocando a mi. Intento superarme cada día desde el mismo momento en que pongo el primer pie fuera de la cama, y hay días que lo consigo, pero hay otros en que realmente hasta yo me sorprendo de cuánto esfuerzo puede llegar a hacerse por un bichillo de dos años.
A veces creo en eso que dicen de que todo pasa por algo y doy gracias a que todo esto ha coincidido con un momento en que mi maridín puede pasar más tiempo en casa y me echa una mano. También nos ha servido para reforzar el vínculo padre-hijo, que para mi era bastante importante con la llegada del hermanito. Sí sí, es algo que a Diego no le hace mucha gracia pero ya lo contaré en otro post.
Así que nada os dejo, que ya pronto me toca el otro pinchazo y me voy directa a comerme un desayuno completo que creo que me lo merezco.
Y deciros que a pesar de estar bastante fastidiada, cansada, agotada y todos los "...adas" que podáis pensar, disfruto cada día de mi barriga, de mi niño y de mi marido, porque por muy mala que esté no se me olvida todo lo que tengo.
Os dejo una foto que aunque no es muy buena, dice mucho y me encanta 😍.